Museo de Historia Natural, Londres


Solo el edificio es espectacular. Esas construcciones que ya ni se sueñan. Donde cada rincón tiene una figura distinta, donde los muros están vestidos de perfecto orden y habitados por innumerables bestias pétreas, donde cada ladrillo cuenta. En el interior la piedra y el metal parecen flotar en espacios de aire y de luz. En medio de las vidrieras y balcones de la nave central, bajo un techo decorado con plantas de todos las cuatro esquinas del mundo, enfrentada la majestuosa escalinata central, decidieron construir un puente. Sí, un puente dentro de un edificio, porque sí, ¿por qué no?. Y para velar sin descanso por las obras que allí se exhiben, cubrieron cada rincón con alguna criatura dispuesta a cobrar vida en cualquier instante.



La mayoría de las vitrinas son preciosos armarios de madera y vidrio que guardan fósiles, animales disecados, maquetas, piezas geológicas…Hay esqueletos de dinosaurios, de especies extintas, ¡incluso de una jirafa!. El discurso expositivo está muy por encima de la de la inmensa mayoría de los museos españoles que he visitado, y no es porque las colecciones sean peores o carezcamos de profesionales formados y talentosos. Las zonas de dinosaurios y la de animales marinos son las más didácticas. Los dinosaurios están abarrotados por niños, asustados algunos por los robots que se mueven y rugen. Del techo de la zona de los mamíferos cuelgan un montón de delfines y cetáceos, incluso un esqueleto inmenso de una ballena con sus ballenas y todo (no tienen dientes, tienen ballenas). Parecen nadar por encima de elefantes, ciervos, mamuts… también hay una zona repleta de juegos sobre el cuerpo humano, con una maqueta de un feto asquerosamente enorme, insectos, desastres terrestres, peces,  reptiles…



Además hay pequeños artilugios didácticos magníficos que no sé si serán antiguos o solo lo simulan, pero son preciosos. En sitios como este queda claro que las películas no se han inventado nada. Si te inspira Harry Potter o cualquier otra, vas a flipar con el mundo real. Hay una vitrina casi circense que ilustra la alimentación de algunos insectos, otras que juegan con el efecto Pepper (juego de espejos y luces) para explicar la reproducción de los cangrejos  entre otras cosas, o unas maquetitas parecidas al juego de las carreras de camellos de las ferias.



Qué se puede decir de las colecciones. Habrá a quien le decepcionen, porque somos gente “culta”, “gente de mundo”, que ha tenido una educación, que ha visto fotografías y vídeos de los lugares más remotos del planeta, que incluso puede visitar zoológicos y que se cree moralmente muy por encima de la conservación de cadáveres. Pero seguro que hay más de un animal que no sospechabas que exista o que haya existido. Seguro que nadie te había dicho que esa orgullosa ignorancia extinguió especies enteras en tan solo 20 años. Y no quedaría rastro ni de esas maravillas de la naturaleza ni de esos errores irrepetibles si no fuera por el ansia conservadora de esos ricos que se aburrían en sus casas y viajaban acumulando todas las cosas “grimosas” que encontraban. Aquellos que seguían a las sirenas, leviatanes y monstruos de leyenda hasta encontrarlos. Que contaban historias de seres aún hoy increíbles y hacían pinturas poco realistas.

No puedo imaginarme cómo debía de ser tener una visión tan limitada del mundo y que de repente alguien te trajese un bicho disecado más raro que los seres mitológicos de las historias, o un cuadro con una escena del otro lado del mundo. Debía de ser una minúscula luz maravillosa en tanta oscuridad, una diminuta ventana hacia un horizonte que jamás podrás alcanzar. Y nosotros ni lo miramos dos veces, incluso lo despreciamos como insuficiente, ridículo, asqueroso o innecesariamente morboso. Pero el mundo es maravilloso.

Para ver solo hay que querer mirar.

Huella de dinosaurio en arena fosilizada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario