El día que cumplí 21 años mi abuela me
dijo “Yo a tu edad ya estaba casada y con dos niñas”. Pero no lo dijo con tono
de reproche o critica, al contrario, es la única cuyo comentario demostraba un
tono de cariño, de admiración hacia el progreso. De la forma en que me lo dijo, de
la forma en que se quedó mirándome con una ligera sonrisa nostálgica, supe que
esa frase significaba que se alegraba de que yo no haya tenido su vida. No
porque no quiera a su familia, aunque de sobra sabemos que le hubiese encantando
tener acceso a métodos anticonceptivos, si no porque yo he tenido los medios
para elegir una vida que ella no tuvo opción. He podido estudiar, aunque ella
fue de las pocas afortunadas que pudo estudiar hasta los 14 años; puedo elegir
si estar o no con un hombre, incluso con una mujer; no estoy supeditada al control de mi padre, de
mi suegro, de mi marido; tengo medios para controlar la natalidad, puedo
incluso vivir sola. Mi abuela, la vieja “atrasada”, es la única mujer que ve en
mi vida, el regalo maravilloso y por desgracia todavía exclusivo, de la
libertad. La libertad de vivir a otro ritmo, de disfrutar de tantas cosas como
me sea posible y de elegir, y remarco: elegir formar mi propia familia como
desee.
Mi primera Game jam
Reconozco públicamente que no soy gamer, no juego a videojuegos, no he tocado una play en mi vida. Pero me vengo arriba muy rápido. Jugué a una novela visual, me dije "Esto seguro que puedo hacerlo yo" y efectivamente hice mi propia novela visual, me divertí mucho con mis personajes super guays. Y el mismo día que la terminé me llegó el anuncio de la Game Jam de Talentum, osease, un concurso de creación de videojuegos.
Por desgracia la experiencia fue más mala que buena, me pase los cuatro días con un cabreo monumental, que aún me dura. Sin embargo la jam fue inesperadamente genial.
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